Biodescodificacion

Muchas veces confundimos el amor propio con egoísmo, que valorarse y resaltar nuestros logros es de mala educación.

Recuerdo como si fuera ayer a mi hermano mas grande que se enojaba porque, con mis 17 años, pasaba los fines de semana leyendo o viendo una película. No me encontraba a gusto con mi cuerpo y de alguna manera estaba esperando que todas las condiciones se dieran de manera óptima, para poder sentirme seguro y salir al mundo.

Los personajes de novelas y del cine se entremezclaban en mi mente y soñaba con una vida diferente, literalmente veía pasar la vida a través de mi ventana. De alguna manera me configuré para sentir que algo no andaba bien en mí, que había un error o algo equivocado y ese sentir se reflejaba directamente en mis frustradas relaciones.

Un hombre no puede sentirse cómodo sin su propia aprobación.

(Mark Twain)

El ser humano va construyendo la imagen de sí mismo en función de los demás, a medida que crecemos, la mirada de nuestros padres y familia condiciona nuestras respuestas para obtener valoración y reconocimiento. Desde antes de nuestra concepción y durante nuestros primeros años de vida encontramos una etapa fundamental en la construcción de nuestra identidad, vamos absorbiendo cual esponjas todo lo que sucede en nuestro entorno, y toda esa información que captamos a través de nuestros sentidos la vamos guardando en nuestra mente para luego transformarla en aquellos filtros con los que, cual lentes de ver, observamos nuestra vida.

Todas aquellas palabras, situaciones, experiencias con papá, mamá, hermanos, familia, amigos, vecinos, maestros, etc. se van adhiriendo en nuestra memoria con el pegamento que llamamos emoción. Aquellas historias que como ladrillos integran nuestras murallas, pueden ser parte de nuestras propias experiencias y vivencias, o recuerdos de otros a los que sistémicamente accedemos, en función del rol que ocupamos en nuestro árbol genealógico. Al dejar de centrarnos en nosotros mismos, nos enfocamos en una referencia externa perdiendo automáticamente nuestra autoreferencia.

A mis 19 años llegó a mis manos un libro de autoayuda, ya había leído alguno que otro autor, pero este en particular generó un cambio en mi vida, hizo un click en mi inconsciente y me encontré con la seguridad que necesitaba para poner en duda toda aquella estructura que me limitaba, principalmente porque tomé conciencia de que podía elegir.

Simplemente tomar consciencia de que mi ser no era algo terminado, me llevó a una revolución creativa en mi mente, imaginando aquel ser en el que me convertiría. Ese fue el comienzo de una reingeniería espiritual que hoy permanece viva en mí y que me proporciona lo que necesito a cada momento para poder dar el siguiente paso en mi propósito. Nuestra realidad la vamos manifestando en función de nuestro sentir. Y este sentir es el resultado de pensamientos que llegan a nuestro cuerpo aleatoriamente, sin nosotros poder evitarlo, pero con la libertad de prestarles o no nuestra atención.

En donde pones tu atención, aquello crece. Esta manifestación incluye el resultado de nuestras relaciones, todas ellas, que como espejos nos permiten reflejar nuestro estado mental y emocional en función de nuestro deseo. Cada vez que recibía una negativa de alguien, esa incómoda tensión era el reflejo de una negación que tenía conmigo mismo, todos aquellos rechazos, eran el reflejo de una fortaleza de cristal construida alrededor de un niño que se sentía solo y rechazado.

Te has estado criticando durante años y no ha funcionado. Intenta aceptarte y observa qué ocurre.
(Louise L. Hay)

Podes decidir identificarte con ese pasado que te llevó al resultado que hoy obtienes en las diferentes áreas de tu vida, o decidir permitirte dudar de todo aquello que te define para, borrón y cuenta nueva, elegir de nuevo. Siempre es una decisión que tomas desde tu libertad personal.

Las decisiones podemos tomarlas en un único momento posible, en el momento presente. No podemos cambiar si decidimos cenar pescado en la cena de anoche, y tampoco podemos saber a ciencia cierta que mañana vamos a amanecer.

Al hacer un repaso en aquella adolescencia, puedo ver claramente que ya no soy aquel muchacho que se refugiaba en los libros, que todo lo que conforma mi pasado forma parte de mis experiencias pero no define quien soy, hoy puedo elegir, puedo elegir de nuevo todo el tiempo, a cada instante ir construyendo ese puente por el que voy cruzando en función de lo que deseo.